Cuando te recuerdo se inundan mis
ojos
ríos se deslizan, donde antes se
posaban tus besos.
Esas manos que acariciaban mi
castaño cabello,
entretejido pastizal donde tus
dedos se enredaban,
me envolvían en cálidas burbujas
que protegían mis sueños.
Y las tardes en que buscaba
refugio en tu regazo
mientras mis mejillas, claro
reflejo de una picardia,
se escondían en tus hombros, o
como sombra
te secundaban, todos sabían que
algo escondía.
Y entonces se iluminaban tus ojos
y una extraña fuerza
incontrolable
te volvía cómplice de la
travesura,
aunque no
tuviera gracia alguna.
Con ternura susurrabas melodías
teñidas de noche
que me mecían al compás de tus
pasos
como el rítmico sonido del mar al
empujar las olas,
entonces soñaba que era una balsa,
contenida por el agua.
Pero no estoy triste, simplemente
es nostalgia,
nostalgia por tus manos, y la
sonrisa que como un regalo
me entregabas al mirarme.
Y por un momento, cuando mi mente
me sorprende distraída, el eco de
tus susúrros
se amplifica y comienza a
expandirse
junto con los rayos de sol que
iluminan mi ventana
y me transportan más allá del
tiempo, más allá de las nubes,
más allá de los mares, más allá,
donde el mundo parece terminar,
hasta aquella sensación que me
causaba tu presencia.
Entonces, sé que aún estás aquí.
1 comentario:
Este poema se lo escribí a mi abuelo cuando se fue de este mundo. Fue como si los ángeles me hubieran inspirado.
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