viernes, 31 de mayo de 2013

Per un bacio - de Barbara Strozzi

Una canción hermosa, no la encontré sola así que la subo junto con otras de la misma autora. Para los seguidores de la música Barroca....y para los que recién la descubren.


Ojos de travesura - Poema

Cuando te recuerdo se inundan mis ojos
ríos se deslizan, donde antes se posaban tus besos.
Esas manos que acariciaban mi castaño cabello,
entretejido pastizal donde tus dedos se enredaban,
me envolvían en cálidas burbujas que protegían mis sueños.
Y las tardes en que buscaba refugio en tu regazo
mientras mis mejillas, claro reflejo de una picardia,
se escondían en tus hombros, o como sombra
te secundaban, todos sabían que algo escondía.
Y entonces se iluminaban tus ojos
y una extraña fuerza incontrolable
te volvía cómplice de la travesura,
aunque no tuviera gracia alguna.         
Con ternura susurrabas melodías teñidas de noche
que me mecían al compás de tus pasos
como el rítmico sonido del mar al empujar las olas,
entonces soñaba que era una balsa, contenida por el agua.
Pero no estoy triste, simplemente es nostalgia,
nostalgia por tus manos, y la sonrisa que como un regalo
me entregabas al mirarme.
Y por un momento, cuando mi mente
me sorprende distraída, el eco de tus susúrros
se amplifica y comienza a expandirse
junto con los rayos de sol que iluminan mi ventana
y me transportan más allá del tiempo, más allá de las nubes,
más allá de los mares, más allá, donde el mundo parece terminar,
hasta aquella sensación que me causaba tu presencia.
Entonces, sé que aún estás aquí.

Julieta Rosso

La casada infiel - Poema













Y que yo me la llevé al río 
creyendo que era mozuela, 
pero tenía marido. 

Fue la noche de Santiago 
y casi por compromiso. 
Se apagaron los faroles 
y se encendieron los grillos. 
En las últimas esquinas 
toqué sus pechos dormidos, 
y se me abrieron de pronto
como ramos de jacintos.
El almidón de su enagua
me sonaba en el oído,
como una pieza de seda
rasgada por diez cuchillos.
Sin luz de plata en sus copas
los árboles han crecido,
y un horizonte de perros
ladra muy lejos del río.

Pasadas las zarzamoras,
los juncos y los espinos,
bajo su mata de pelo
hice un hoyo sobre el limo.
Yo me quité la corbata.
Ella se quitó el vestido.
Yo el cinturón con revólver.
Ella sus cuatro corpiños.
Ni nardos ni caracolas
tienen el cutis tan fino,
ni los cristales con luna
relumbran con ese brillo.
Sus muslos se me escapaban
como peces sorprendidos,
la mitad llenos de lumbre,
la mitad llenos de frío.
Aquella noche corrí
el mejor de los caminos,
montado en potra de nácar
sin bridas y sin estribos.
No quiero decir, por hombre,
las cosas que ella me dijo.
La luz del entendimiento
me hace ser muy comedido.
Sucia de besos y arena
yo me la llevé del río.
Con el aire se batían
las espadas de los lirios.

Me porté como quien soy.
Como un gitano legítimo.
Le regalé un costurero
grande de raso pajizo,
y no quise enamorarme
porque teniendo marido
me dijo que era mozuela
cuando la llevaba al río.

Federico García Lorca.